miércoles, 7 de abril de 2010

Descripción real e irreal de Verónica

DESCRIPCIÓN REAL DE VERÓNICA:

Mi compañera Verónica es una chica de 20 años y meses que procede de la localidad de Catral y, aunque yo no lo sabía, estudió Filología Hispánica en la UA, y digo que no lo sabía (que estudiase en la UA, no que estudiase Filología) porque no coincidí -o al menos eso creo- con ella en ninguna clase ni asignatura de la carrera.
A primera vista, Verónica nos puede parecer algo tímida, callada, pero nada de eso, porque ella sabe (y sus amigos también) que sólo con que le ofrezcas un pequeño rincón oscuro de tu alma, está preparada para pulirlo y convertirlo en luz serena (vamos, que se puede confiar en ella).
Pero lo mejor es que ella te ayuda sin esperar nada a cambio, como hacéis las grandes personas. Y precisamente Verónica hace esto, o bien porque está en su naturaleza ser así o bien porque a lo mejor ella sí tuvo “un abuelo que ganara una batalla, retratado con una mano cruzada en el pecho, y la otra en el puño de la espada”. Y con esto queda todo dicho sobre ella, porque yo ni siquiera “tengo una espada”.
Sobre sus gustos literarios, decir que le apasiona el teatro, pero prefiere asistir a las representaciones antes que leer una obra perteneciente a este género. También la novela le gusta, aunque no lee novelas románticas ni de ciencia- ficción, pues prefiere las novelas policíacas y de intriga (caramba con la chica de la Vega Baja!!). Sin embargo, rechaza la poesía porque, según ella, no le gusta complicarse la vida, jejejeje.
En cuanto a sus gustos musicales, prefiere la música house, el child out y, el pachangueo, lo tolera; también le gustan los cantautores españoles, y le producen náuseas el bakalao (la música, no la comida) y la música country (así que ya sabemos que Verónica no asistió a ningún concierto de Coyote Dax) jaja.

DESCRIPCIÓN (IR)REAL DE VERÓNICA:

En aquel amanecer los primeros rayos de sol atravesaban con egoísmo los cristales de la ventana, se deslizaban sigilosamente por el parquet y se adueñaban cada vez más rápido de las sábanas de su cama. Ella estaba sumida en un intenso sueño (nos pasa a todos cuando dormimos solos en una inmensa cama). La alarma del móvil comenzó a sonar: 06: 30 a.m., como todos los días. Levantarse, ir al baño, ducharse, desayunar a malas penas… e ir al trabajo.
Yo no sé en qué trabaja. No me importa demasiado. Sólo ansío el momento en que una vez a la semana me cruzo con ella en las escaleras del edificio en que vivimos. La espero pacientemente todos los martes en el rellano del entresuelo.
Son las 07:15 a.m. Oigo el portazo y el ruido que hace la cerradura de su puerta… ¡es el momento de subir! Uno, dos, tres, … veinte… -sus pasos se escuchan cada vez más cerca-, treinta, treinta y uno...
Ahí viene. Me detengo, no por cortesía, sino para contemplar su figura: tiene una estatura media, pelo rubio y ojos claros; sus labios son finos y su cara rosada. Esta mañana viste camisa blanca ajustada y metida por dentro de una falda de ejecutiva, prendas que modelan su cuerpo simétrico.
Se acerca cada vez más y más, y me dedica una mirada. Aunque lo mejor está por llegar: cuando pasa junto a mí deja un rastro de su perfume. Cierro los ojos en ese momento. Respiro intensamente sin que ella se percate, y noto cómo su fragancia llena la vacuidad de mi corazón. Entonces invento historias para motivar mis sueños en medio de ninguna parte.
Tras un breve espacio de tiempo, continué subiendo las escaleras como volando hasta llegar a mi piso. Cuando entré fui directo hacia mi cama. Estaba rendido (las jornadas nocturnas también agotan a los diablos de alma buena), y mientras los párpados se me cerraban involuntariamente, mis pensamientos repetían una y otra vez: «Ya va siendo hora de que la semana que viene des a esa chica, sin tartamudear, los buenos días».

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